Carlos Monsiváis fue una de las figuras más destacadas de la segunda mitad del siglo XX mexicano. El día de hoy celebramos quince años del aniversario luctuoso del escritor, cronista y luchador social, quien falleció en la Ciudad de México el 19 de junio de 2010.
Cualquiera diría que hay episodios de la vida nacional que simplemente no pueden entenderse sin la presencia de Carlos Monsiváis, y tendría razón en afirmarlo. No le atribuimos mucho, pero sí lo justo: si Monsiváis no hubiera estado las cosas igual hubieran sucedido, pero no entenderíamos nada. He ahí la importancia de un personaje como Monsi en la construcción discursiva del México moderno.
Días de guardar (1970), Los rituales del caos (1995) y Escenas de pudor y liviandad (1988) son solo algunos de los títulos con los que Carlos Monsiváis se consolidó como una de las grandes voces de la intelectualidad mexicana. Pero si algo podemos decir de Monsi, es que, más que una voz, sus letras fueron un altavoz de las clases subalternas. Por eso, y haciendo eco de sus propias palabras, Monsiváis no era un intelectual orgánico (con el perdón de Gramsci), sino más bien, un intelectual público, o mejor, un testigo.
El intelectual que toma partido
La pluma de Monsiváis, aguda y crítica, sazonada siempre con un toque de humor y de ironía, lo colocaron en la antípoda del gremio de las bellas letras del siglo XX. Si un intelectual convencional se dedicaba a producir y reproducir ideas de y para la élite cultural, Monsiváis se inspiraba, ya no en las nociones académicas de lo popular, sino en la experiencia misma de los cines, los tianguis, las librerías de viejo, las calles y las avenidas. Eso sí, el lenguaje recuperado en sus crónicas y ensayos es una mezcla de la erudición de las bibliotecas y la majadería de las calles.
Su actividad, sin embargo, no se limitó a la del cronista invisible que nadie ve y que no interviene. Carlos Monsiváis tomó partido por lo popular, por los reclamos de los de abajo, y tal vez, por los de al lado. Fue un firme defensor de los derechos de las minorías sexuales, así como un promotor incansable de la democracia en nuestro país. Una cosa es cierta, ya no los hacen como antes.
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