Pamplona alzó la voz en San Fermín: una muestra de solidaridad con Palestina

Desde el corazón de Pamplona, la ciudad se pronunció con fuerza, emoción y conciencia: solidaridad con Palestina. A las doce del mediodía, en punto, cuando el cohete del Chupinazo estalló en el cielo y dio inicio a los Sanfermines, la Plaza Consistorial vibró no solo por la emoción festiva, sino por una causa que atraviesa fronteras y duele en el alma colectiva: el genocidio en Gaza. 

El grito fue claro: “¡Viva Palestina libre!” y “Stop Genocide, Free Palestine”. Las voces que lo lanzaron no eran de políticos ni de diplomáticos: eran de un grupo de ciudadanos y ciudadanas organizadas en el colectivo Yala Nafarroa, que representó a toda Pamplona desde el balcón del Ayuntamiento. No fue un gesto improvisado ni un acto marginal. Fue una decisión colectiva y profundamente política, nacida de la democracia directa. 

San Fermín: más que fiesta, identidad 

Para entender la magnitud de este gesto, es necesario comprender qué representa San Fermín para Pamplona. No es una feria cualquiera, ni un simple evento turístico: es, sin exagerar, el corazón de la identidad cultural. 

Durante nueve días, la ciudad se transforma. Se paraliza el calendario cotidiano y se abre un tiempo excepcional donde se mezclan la devoción, el folclore, la música, los encierros y los rituales que definen como pueblo a Pamplona. La esta tiene un origen profundamente Católico religioso: rinde homenaje a San Fermín, primer obispo de Pamplona, mártir cristiano, y símbolo de protección espiritual. Cada 7 de julio, su imagen recorre la ciudad escoltada por autoridades, gigantes, gaiteros y devotos. 

Pero San Fermín también es una fiesta popular. Desde hace generaciones, es el espacio donde Pamplona se mira a sí misma, se celebra y se proyecta al mundo. Es tradición, pero también renovación. Es rito, pero también conciencia. Y por eso, cuando desde ese mismo balcón que tantas veces ha celebrado con fuegos y pañuelos se gritó “solidaridad con Palestina”, el mensaje fue claro: nuestra esta tiene memoria, y también tiene ética. 

Una elección ciudadana: ganó la solidaridad 

La elección de quién lanza el Chupinazo no se deja al azar. Desde 2016, se hace mediante votación popular, convocada por el Ayuntamiento de Pamplona. Este año participaron más de 20,000 personas, y la opción ganadora fue el colectivo Yala Nafarroa con Palestina, que obtuvo 10,594 votos, es decir, más del 52 %. 

Yala Nafarroa es una plataforma que agrupa a más de 225 organizaciones navarras y a más de 1,700 personas comprometidas con la causa palestina. No son un partido, ni una ONG internacional: son vecinos y vecinas, sindicatos, grupos culturales, asociaciones civiles que llevan años denunciando el apartheid, el bloqueo, la ocupación militar y ahora el genocidio en Gaza.

Su elección para representar a la ciudad en el acto simbólico más importante del año no fue casualidad. Fue el resultado de un clima social que se ha venido gestando desde hace meses: manifestaciones, concentraciones, jornadas de sensibilización, boicots a empresas cómplices de la ocupación. Pamplona ha estado, y sigue estando, del lado de la dignidad. Hoy, esa postura se convirtió en un pacto social.

Colectivo pro palestina dando el inicio a la fiesta de san Fermín en Pamplona, fueron escogidos por voto popular

 

Contra el odio, la fraternidad 

Por supuesto, no todos en España han recibido este mensaje con respeto. En las horas siguientes al Chupinazo, sectores de la derecha política han lanzado críticas furiosas contra el Ayuntamiento y contra el colectivo Yala Nafarroa. Algunos diputados del Partido Popular y de Vox calificaron la acción como una “vergüenza” y un “uso ideológico de una esta religiosa”. En redes sociales, la islamofobia y el racismo antiárabe han asomado una vez más su rostro habitual. 

Pero no nos confundamos. No son esos los valores que representan a esa ciudad. Pamplona no es ni será un bastión del odio. Muy al contrario, el mensaje que hoy salió desde su plaza mayor fue una reafirmación de lo que hermana a los pueblos del mundo: la fraternidad, la justicia y la empatía. 

Y si bien hay voces que intentan acallar este tipo de expresiones con argumentos vacíos o autoritarios, lo cierto es que la solidaridad con Palestina se ha vuelto imparable. Porque no es una consigna extranjera ni lejana: es el reflejo de una humanidad que se niega a acostumbrarse al crimen y al dolor ajeno. 

Hoy, desde Pamplona, desde la esta más emblemática de Navarra, se lanza un mensaje que no puede ser ignorado: la solidaridad con Palestina también se celebra, se canta, se baila y se grita. Porque no hay cultura sin conciencia, ni esta sin justicia. 

Pamplona ha hablado. Y lo ha hecho con el corazón en alto y la frente en dignidad. Viva San Fermín. Viva Palestina libre.

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